La gente se regodea en el dolor, tanto el propio como el ajeno. Nunca me ha gustado cumplir con los actos protocolarios previos a la muerte; quizás por ello me sentí terriblemente incomodo durante todo el proceso. Estábamos en una sala sumida en el silencio sepulcral mas profundo. Todos cariacontecidos, sin hablar unos con los otros. Silencio, mas silencio. No se que pinto yo aquí, pensaba constantemente. En
Solo veo un atisbo de verdadero dolor cuando aparece un amigo del novio de la victima y este se lanza a sus brazos sumido en un mar de lágrimas. Hasta entonces había mantenido el tipo lo mejor que supo. Por momentos la sala se llena de murmullos como si nadie se atreviera a nombrar a la parca que sobre nosotros planea, pero son solo espejismos en un mar silencioso. Lo padres de M. permanecen en su habitación velándola y manteniendo incólumes sus vanas esperanzas.
Como en todos los momentos similares hay una chistosa sin gracia que acapara el protagonismo, a los que todos sonríen obligados, alguien que trata de llevar todo el peso de la función para dejar tranquilos a los familiares mas allegados. Nadie entiende su comportamiento salvo yo. Cada uno combate el dolor a su manera. Llamadme insensible, pero a mi, particularmente, el dolor ajeno me produce una cierta repulsión y procuro mantenerme alejado de el. Simplemente no le doy tanto bombo a
Antes de ayer ocurrió al fin el fatal desenlace y pese a los llantos, noto en los presentes un alivio al separarse del frustrante dolor que mantiene la espera.
Ayer enterramos a M.
Entenderéis por lo tanto que no haya escrito de cine esta semana.
Por favor, si no os importa, absteneros de hacer comentarios a esta entrada.
0 comentarios:
Publicar un comentario