martes, 22 de abril de 2008

….y otros que se van (Adios)

Yo tan solo conocía a M. tangencialmente; ella era amiga de mi pareja, se conocían desde el primer día en la facultad y crearon fuertes vínculos de amistad, endurecidos a través de exámenes y tediosas horas de estudio. M. estuvo ocasionalmente en nuestra casa, casi siempre para estudiar o terminar algún trabajo de la Facultad, y tan solo le dirigí las habituales frases de cortesía. Hace 3 meses fue ingresada en el Hospital a causa de unas extrañas convulsiones: 3 meses de reclusión, 3 meses de dolor y de desconocimiento del origen de su mal, 3 meses de degeneración física. Pese a que hace unas semanas la pasaron de la UCI a planta por una aparente mejoría, hace 4 días nos llamaron para informarnos de que su vida se apagaba, así que nos precipitamos hacia el hospital para una ultima visita. Fueron unos instantes tremendamente confusos puesto que, salvo al novio de M., no conocía a nadie allí y me sentí en todo momento torpe y perdido.

La gente se regodea en el dolor, tanto el propio como el ajeno. Nunca me ha gustado cumplir con los actos protocolarios previos a la muerte; quizás por ello me sentí terriblemente incomodo durante todo el proceso. Estábamos en una sala sumida en el silencio sepulcral mas profundo. Todos cariacontecidos, sin hablar unos con los otros. Silencio, mas silencio. No se que pinto yo aquí, pensaba constantemente. En la TV de la sala de visitas hay un frívolo programa del corazón, totalmente inapropiado para estos momentos. En un lateral pude ver un altar repleto de vírgenes y santos, coloridas estampitas de rostros martirizados en extraños escorzos. Inexplicablemente entre tantos santos hay una figura de Charles Chaplin.

Solo veo un atisbo de verdadero dolor cuando aparece un amigo del novio de la victima y este se lanza a sus brazos sumido en un mar de lágrimas. Hasta entonces había mantenido el tipo lo mejor que supo. Por momentos la sala se llena de murmullos como si nadie se atreviera a nombrar a la parca que sobre nosotros planea, pero son solo espejismos en un mar silencioso. Lo padres de M. permanecen en su habitación velándola y manteniendo incólumes sus vanas esperanzas.

Como en todos los momentos similares hay una chistosa sin gracia que acapara el protagonismo, a los que todos sonríen obligados, alguien que trata de llevar todo el peso de la función para dejar tranquilos a los familiares mas allegados. Nadie entiende su comportamiento salvo yo. Cada uno combate el dolor a su manera. Llamadme insensible, pero a mi, particularmente, el dolor ajeno me produce una cierta repulsión y procuro mantenerme alejado de el. Simplemente no le doy tanto bombo a la Muerte. Si venimos de la nada, que nos hace pensar que al morir vamos hacia algun lado.

Antes de ayer ocurrió al fin el fatal desenlace y pese a los llantos, noto en los presentes un alivio al separarse del frustrante dolor que mantiene la espera.

Ayer enterramos a M.

Entenderéis por lo tanto que no haya escrito de cine esta semana.

Por favor, si no os importa, absteneros de hacer comentarios a esta entrada.

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